La Urgencia de un Cambio
¿Por qué Necesitamos Reorganizar el Sistema de Cuidados?
Por Marina Ortiz Benedicto. Técnica de intervención social y comunitaria en proyecto Bloques en Transición
En un mundo cada vez más afectado por las crisis climáticas, el aumento de los costes de la vida, la escasez de recursos, el incremento de la desigualdad social y las dificultades de residir en entornos ecológicamente hostiles (como las islas de calor, zonas con alta contaminación atmosférica, barrios periféricos con infraestructuras deficientes…), el concepto de transición ecosocial justa adquiere un significado al que no debemos dejar de prestar atención.
En las últimas décadas se está haciendo evidente la necesidad de cambiar nuestras formas de vida, alejarnos del individualismo y de las lógicas capitalistas de consumo privado para generar nuevas dinámicas que permitan a las personas estar más unidas y adaptadas a las diferentes situaciones que acontecen.Es imprescindible que este cambio de paradigma hacia la sostenibilidad sea verdaderamente inclusivo, accesible y nos haga más solidarias y solidarios, además de resilientes.Por ello hay algo que no podemos seguir ignorando: los cuidados, su reconocimiento en la comunidad y su incorporación transversal a toda transformación urbana, económica y social.
Hablar de una transición ecosocial justa e inclusiva significa mucho más que dejar de usar combustibles fósiles o fomentar el consumo responsable, medidas que por supuesto hay que continuar impulsando. Se trata de dar un paso más allá y poder reconocer el impacto de nuestras acciones, trabajar de manera sistemática y conjunta para implicar a la sociedad desde su cotidianidad, lo que exige cambiar no solo la manera en que producimos o consumimos, sino replantear el cómo nos relacionamos, cómo habitamos nuestros territorios y cómo cuidamos —y somos cuidadas/os— dentro de nuestra comunidad.
Hacia un Futuro Más Inclusivo
¿Pero qué es y por qué hablar de Transición Justa?
La Transición Justa habla de una transformación, un proceso colectivo para cambiar nuestro actual modelo socioeconómico —que ha demostrado ser insostenible y profundamente desigual— por uno que ponga la vida y la justicia social en el centro. Supone pasar de una economía extractivista, productivista, consumista, mercantil y explotadora a una que respete los límites del planeta, los recursos naturales, que sea solidaria, que busque redistribuir el poder, la riqueza y el trabajo de forma equitativa entre géneros, clases y territorios y que garantice los derechos básicos de todas las personas.
Implica cambiar la forma en que trabajamos, nos movemos, consumimos y vivimos. Es apostar por energías renovables, reverdecer nuestras ciudades, reducir la huella ecológica del consumo, luchar contra la pobreza energética y construir un futuro menos dañino y más resiliente ante las crisis climáticas, políticas y sociales. Basándonos en los propios principios de la Economía Social y Solidaria, creemos que esta transformación de nuestras sociedades orientada hacia un modelo más sostenible y justo ha de respetar y cuidar no solo el medio ambiente, sino también los derechos humanos y sociales de todas las personas, especialmente las que se encuentran en situaciones más vulnerables (discapacidad, mayores, migrantes, mujeres, pobreza, LGTBIQ+, afectación en salud mental…).
Si hablamos de Transición Ecosocial, cualquier transformación en este sentido será insuficiente si deja a alguien atrás o si con ella se reproducen las desigualdades que ya existen. Ahí es donde los cuidados se convierten en el pilar fundamental de un cambio responsable, equilibrado y efectivo.
Pero, ¿a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de Cuidados?
El concepto de cuidados engloba un conjunto de actividades esenciales para el mantenimiento de la vida y el bienestar. No es algo específico de algunos grupos de población, ya que es algo inherente a la condición humana. Somos seres demostradamente interdependientes y todas las personas requerimos cuidados a lo largo de nuestra vida, de distintos tipos y grados según la circunstancia y el momento del ciclo vital.
Los cuidados incluyen todas aquellas tareas esenciales para sostener la vida: criar, acompañar, curar, escuchar, alimentar, limpiar, apoyar… Tareas todas ellas destinadas a mantener espacios habitables y personas saludables, con estabilidad emocional, seguridad afectiva, capacidad de relacionarse y comunicarse; características humanas sin las cuales sería imposible el funcionamiento social. Son trabajos fundamentales para el bienestar cotidiano de todas las personas y, sin embargo, siguen siendo en su mayoría invisibles, precarios y profundamente desiguales.
Feminización: La gran mayoría de estas tareas (el trabajo doméstico, atender a personas mayores, cuidar niños, limpiar hogares o asistir a personas con discapacidad) han recaído históricamente sobre las mujeres debido a normas sociales, roles de género y estructuras patriarcales. Esta desigualdad de género perpetúa la injusticia y todavía en el año 2025 limita la autonomía de millones de mujeres. ONU Mujeres estima que las mujeres y niñas realizan más del 75% del trabajo de cuidados no remunerado en el mundo. En los países del Norte Global, este fenómeno muestra una característica clave: cada vez más son mujeres migrantes las que asumen estas tareas, muchas veces empujadas por la pobreza o por crisis en sus países de origen. Las mujeres migrantes encuentran en el trabajo de cuidados una vía de subsistencia, aunque en condiciones precarias

Informalidad y precariedad: En muchos casos, los cuidados quedan atrapados en un círculo vicioso donde el amor y el altruismo se convierten en la única justificación emocional de que éstos se den. Se asocian a lo natural, a la familia y a lo desinteresado, lo que perpetúa su desvalorización, su falta de reconocimiento profesional y su precarización. En países del sur de Europa, como el nuestro, esta realidad se agrava al desarrollarse mayoritariamente en la economía sumergida y con bajos salarios. Muchas trabajadoras viven en las casas donde cuidan (internas), con disponibilidad permanente y sin límites claros de jornada. Gran parte del trabajo de cuidados se realiza sin contrato, ni reconocimiento social, sin derechos laborales plenos y con fuerte carga emocional y física. Esto genera pobreza, exclusión y agotamiento, agudizando las desigualdades entre las propias mujeres, básicamente en razón de la clase y etnia/raza.

Invisibilización: Aunque sostienen el bienestar de millones de personas, estas tareas siguen siendo invisibilizadas y desvalorizadas en términos económicos y sociales. En nuestras políticas, análisis sociales y desarrollo local, los cuidados no cuentan como sí cuentan las infraestructuras de ocio, la gestión inmobiliaria o las grandes inversiones de capital. El sistema económico no valora ni contabiliza los cuidados como trabajo productivo. Siguen viéndose como responsabilidad individual, casi siempre privada y feminizada. No se diseñan los barrios pensando en facilitar la vida cotidiana de quienes cuidan o necesitan ser cuidadas/os (existen multitud de barreras arquitectónicas para las personas con discapacidad, faltan bancos donde descansar a la sombra, pasos de peatones seguros, transporte accesible o servicios de proximidad para personas mayores). No se invierte en estructuras comunitarias, centros vecinales, redes barriales o infraestructuras del cuidado que fomenten el apoyo mutuo. Se margina el cuidado de lo colectivo. Se externaliza la responsabilidad, se ignora nuestra interdependencia y se abandona a quienes cuidan en soledad.

Cuidar el Planeta, Cuidar a las Personas
Si realmente queremos avanzar hacia una transición justa, tenemos que incidir en gestos cotidianos y decisiones estructurales que valoren lo colectivo sobre lo individual, la equidad sobre el privilegio, lo cooperativo sobre la competencia, en definitiva replantear la reorganización del sistema de cuidados. Eso implica reconocerlos como un trabajo digno, como un derecho fundamental y como una responsabilidad social compartida.
No hay sostenibilidad ambiental sin sostenibilidad social. No sirve de nada usar la bici, consumir energías renovables o ahorrar agua si no prestamos atención a la accesibilidad, a la dignidad, a la salud mental y de los cuerpos de quienes sostienen la vida en condiciones precarias. Si seguimos permitiendo que millones de personas vivan explotadas, sin derechos, sin acceso a servicios o a una red de apoyo o en situación de soledad. La transición justa no debería construirse sólo desde las políticas climáticas, también debe garantizar derechos sociales.
Es necesario que se lleven a cabo procesos organizativos en los que personas con necesidades de apoyo, las organizaciones, la comunidad y las administraciones públicas diseñen e implementen estrategias de cambio con base comunitaria. Los cuidados comunitarios emergen en este sentido como una respuesta profundamente transformadora. El enfoque comunitario no se limita a brindar atención fuera de las instituciones, sino que propone activar a la propia comunidad como sujeto cuidador. Implica tejer vínculos, compartir responsabilidades y construir redes que sostienen la vida en común. Estas prácticas no solo mejoran la calidad de vida de quienes necesitan apoyo, sino que fortalecen el tejido social, aumentan el sentido de pertenencia, generan bienestar colectivo y devuelven a las personas la certeza de que no están solas mientras el mundo avanza. Cuidar en comunidad es, en definitiva, cuidar la convivencia, la salud y la vida digna del planeta y de todas las personas y seres vivos que lo habitamos.




