Acción social

Del discurso a la acción social: hacia un nuevo modelo de cuidados justo y sostenible

Por Marina Ortiz Benedicto. Técnica de intervención social y comunitaria en proyecto Bloques en Transición

Durante mucho tiempo, los cuidados han sido tratados como un asunto privado, relegados al espacio doméstico, asumidos mayoritariamente por mujeres y apenas considerados en las grandes decisiones a nivel económico, social o climático. Pero si algo nos han enseñado las crisis y las dificultades de los tiempos recientes es que la sostenibilidad de la vida no puede seguir descansando sobre roles de género, trabajos precarios, personas en soledad y cuerpos agotados.

Hoy, en el marco de la Transición Justa, hablar de cuidados no es un condimento extra a añadir a la gran receta de la ecosostenibilidad: es hablar del ingrediente esencial del cambio que todas las personas necesitamos para vivir con calidad. Es importante saber y visibilizar que gracias a la Economía Social y Solidaria, a los feminismos y a los movimientos sociales, además, ya existen prácticas reales que nos muestran un camino por dónde avanzar.

Es el ejemplo de proyectos e iniciativas impulsadas por nuestras entidades, que incorporan enfoques que proponen anclar los cuidados en el territorio, entendiendo que es allí —en lo local, en lo cercano, en lo cotidiano— donde se tejen las relaciones, se detectan las necesidades reales y se pueden construir soluciones adaptadas a cada persona y a cada contexto. Transformar el modelo de cuidados requiere repensar nuestras ciudades, pueblos y barrios como espacios que sostienen la vida. He aquí tres ejemplos de ello:

Comunidades de Cuidados

Es un proyecto desarrollado por Andecha, Asociación Jubilares y Unión Democrática de Pensionistas a partir de la experiencia de los Bancos de Tiempo y de iniciativas sociales como el Intercambiador de Pozas de Cruz Roja en Madrid, los Cercles en Catalunya, el proyecto para refugiados Befriending de la ONG Rescate en Madrid o el proyecto Izeba de la Diputación foral de Gipuzkoa, entre otros. En esta experiencia trabajamos con vecinas y vecinos de entornos rurales (Casas del Castañar, Eljas  y Santa Cruz de la Sierra -Cáceres, Fresnedillas de la Oliva -Comunidad de Madrid, Maranchón -Guadalajara y Muñoveros -Segovia) que se unen para diseñar una estrategia de cuidados de larga duración, como es el cohousing sénior, y hacer acción social comunitaria, con la ayuda de instituciones, Ongs locales y empresas.

Comunidades de Cuidados nos ha dado un empujón muy grande, nos ha hecho pisar más fuerte, conocer más medios y, sobre todo, establecer una red muy rica, muy importante, con otras comunidades como nosotros”

Sole Sánchez, socia del Jubilar Villa Rosita

TIBÁS Y COSLADA, CIUDADES QUE CUIDAN

Es un proyecto desarrollado por Tangente en el que participa Andecha. En él se trabaja para asegurar que nadie quede atrás en el desarrollo municipal, y que la toma de decisiones sea un esfuerzo conjunto, donde todo el mundo tenga voz en asuntos que impactan directamente en su ciudad. El enfoque es el de las ciudades cuidadoras, que ponen la sostenibilidad de la vida y la facilitación de los cuidados en el centro de las decisiones políticas, transformando el entorno y el urbanismo con la participación de la sociedad. Ejemplo de esto ha sido la creación del Centro Comunal y Cultural en el barrio de Garabito (distrito León XIII) en Tibás-Costa Rica. Las ciudades cuidadoras son “ciudades para las personas”, ciudades amigables para toda la población.

“Una ciudad cuidadora es aquella que reorganiza sus prioridades para situar el cuidado de la vida en el centro, garantizando entornos accesibles, seguros, habitables y con redes de apoyo que reconozcan la interdependencia humana.” Barcelona Ciutat Cuidadora, Ajuntament de Barcelona

LA CASA DE LOS CUIDADOS

Son unas jornadas y una acción cultural promovidas por Andecha en el marco de La Casa Encendida, dedicada a visibilizar los cuidados comunitarios en Lavapiés. Los cuidados en los barrios se sostienen (o no) en cada uno de los encuentros cotidianos que se dan en las calles, en las plazas, en los portales, en los comercios y lugares de los barrios que habitamos. Estos encuentros, gestos de apoyo, pero también conflictos y distanciamientos, están mediados por el entorno urbanístico, la cantidad y calidad de los espacios verdes y por la memoria del vecindario, un elemento fundamental para la creación de sentido de comunidad. Los paseos por el reconocimiento de estos espacios de cuidados, los mapeos colectivos, las mesas de experiencias para compartir saberes y las obras de teatro con carácter social y político forman parte de un archivo de memorias colectivas en torno a los cuidados en los barrios.

El papel de  las organizaciones y redes comunitarias, tendría una influencia en la propia organización social, al convertir el triángulo del cuidado (familia-estado-mercado) en un diamante con cuatro pilares. Creemos que como organizaciones tenemos un importante papel en pensar y experimentar con modelos que ayuden a desarrollarlo.” – Cristina Martín, socia de Andecha.

Modelos alternativos para una transición verdaderamente justa

Una transición justa e inclusiva implica tener tiempo para integrar la cuestión sobre cómo nos organizamos como sociedad para cuidar mejor y estar mejor cuidadas/os en el presente y en el futuro. Y esto necesariamente ha de plantearse de manera sistemática e interseccional en diferentes esferas de la vida cotidiana de las personas, como son el trabajo, la educación, la salud, el ocio, la vivienda, el urbanismo, las tecnologías y las políticas públicas. He aquí algunos ejemplos que en la práctica tienen en cuenta los cuidados y que suponen un cambio de modelo y paradigma.  

Flexibilidad laboral con perspectiva de cuidados: Algunas cooperativas y pequeñas empresas están introduciendo horarios flexibles, jornadas reducidas o semanas laborales de 4 días para favorecer el equilibrio entre vida personal y profesional. Estas medidas no solo mejoran la conciliación familiar y personal, sino que reducen el estrés crónico asociado al cuidado no reconocido, especialmente en mujeres.

Educación con enfoque ecosocial y de cuidados: La educación puede formar personas no solo para el empleo, sino para la vida en común y el cuidado de los seres vivos y el planeta. Algunas escuelas ya incorporan la educación emocional, ambiental y la conciencia social como ejes clave, promoviendo valores como la empatía, la equidad, la interdependencia, el respeto a la diversidad, la ecología, el consumo responsable y la responsabilidad compartida. Educar para cuidar es educar para vivir con dignidad y en equilibrio con otras personas y con la naturaleza

Salud integral, comunitaria y preventiva: Frente a un modelo biomédico fragmentado, la transición ecosocial justa requiere de sistemas de salud centrados en las personas y sus entornos, que tengan en cuenta tanto la salud física, como la mental y emocional. Los Centros de Salud Comunitaria, los Espacios de Igualdad, la psicología accesible para todas/os y los espacios de conexión social recuperan el valor de la salud a través del vínculo y fomentan la detección temprana así como la prevención de problemáticas y enfermedades. Cuidar la salud en contextos de crisis ecosocial también implica reducir el estrés generado por la precariedad, la sociedad de la prisa y los efectos de la discriminación y la desigualdad

Ocio, turismo y deporte accesible y responsable: El ocio, así como el turismo y la práctica deportiva no deben seguir siendo un privilegio reservado a quienes cumplen con ciertos estándares físicos, económicos o sociales. El tiempo libre saludable implica tiempo de calidad, descanso y conexión con el propio cuerpo, con otras personas y con el entorno. Para ello es indispensable la accesibilidad universal, tener infraestructuras inclusivas, y propuestas culturales y recreativas que no giren en torno al consumo, sino a la participación, la diversidad y el bienestar colectivo. Iniciativas como los huertos urbanos comunitarios, el deporte adaptado, las rutas accesibles por entornos urbanos y naturales o la programación local de las asociaciones vecinales son ejemplos concretos de cómo construir un ocio, en armonía con el entorno y con las personas que lo habitan.

Vivienda como derecho, y espacio de cuidados: La vivienda puede dejar de ser mercancía para la especulación y pasar a ser un derecho garantizado para el bien común. En este sentido los movimientos por la defensa de la vivienda digna, el sindicato de inquilinxs, las oficinas de apoyo o propuestas como el cohousing, el alquiler social, las comunidades energéticas y el refuerzo a los servicios de proximidad están permitiendo reclamar aquellas formas de vivir que fomentan los cuidados empezando por el derecho básico a la vivienda digna. Cuidar donde vivimos es cuidar cómo vivimos

Urbanismo al servicio de la vida: La ciudad cuidadora y ecosocial está conectada, es accesible, verde y pensada para los ritmos de la vida cotidiana. Espacios públicos seguros, bancos en la sombra, fuentes de agua limpia, iluminación adecuada, WC públicos y gratuitos, transporte accesible, refugios climáticos o centros comunitarios con aire acondicionado son infraestructuras del cuidado que hacen posible una vida más justa, digna y habitable y que, además, permiten que cuidar y ser cuidadas/os no dependa del uso del coche, del dinero o del tiempo extra. El urbanismo puede ponerse al servicio de las personas y del bienestar colectivo

Políticas públicas que garanticen los cuidados y la justicia ecosocial: Una transición justa exige que administraciones y gobiernos reconozcan el cuidado como un pilar central del bienestar social y ecológico. Políticas de desinstitucionalización del cuidado de la Comisión Europea, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, municipios y localidades que desarrollan planes de cuidados (Plan Corresponsables por ejemplo), mapeos participativos, servicios de atención directa a la Soledad No Deseada, licitaciones, contratos y presupuestos con perspectiva de accesibilidad, cuidados y sostenibilidad. Esto permite fortalecer las posibilidades redistribuyendo recursos y poder, y garantizar que el derecho a cuidar y ser cuidadas/os esté protegido y garantizado. En este sentido queda mucho por hacer y sigue siendo necesaria la reivindicación y movilización social para que los avances no queden supeditados a los cambios de gobierno ni a las orientaciones políticas del momento, sino que se consoliden como compromisos estructurales y sostenidos desde lo público. Invertir en cuidados no es un gasto: es una inversión en salud, calidad de vida, cohesión social, resiliencia y justicia.

Tecnología al servicio de los cuidados: La tecnología, lejos de ser un fin en sí misma, puede convertirse en una herramienta poderosa al servicio de la vida si se diseña con criterios de equidad, accesibilidad y bien común. Aplicaciones de asistencia virtual, sensores que alertan sobre emergencias domésticas para personas en situación de vulnerabilidad, plataformas de bancos de tiempo, sistemas de geolocalización para cuidadoras, o herramientas digitales para organizar redes vecinales de apoyo o fomentar la ciberseguridad, son solo algunos ejemplos de cómo la tecnología puede acompañar el cuidado sin deshumanizarlo. La tecnología, cuando se orienta al bien común, puede facilitar y humanizar los cuidados sin reemplazar la dimensión relacional.

Conclusión: Cuidar es transformar de abajo a arriba y de arriba a abajo.

Integrar los cuidados en la Transición Justa no es solo una necesidad ética, es también una oportunidad histórica para rediseñar nuestros modelos de vida, consumo, producción y convivencia.

Porque cuidar es tener derechos, es sostener, es conectar, es imaginar un mundo donde vivir bien no sea un privilegio, sino una garantía de dignidad compartida para las personas y para el planeta.